LA DIÁSPORA PARAGUAYA Y EL PARAGUAY TERRITORIAL.
SITUACIÓN ACTUAL Y PROPUESTAS PARA EL GOBIERNO POPULAR DEL EXCMO. SEÑOR PRESIDENTE DON FERNANDO LUGO MÉNDEZ
INTODUCCIÓN
El éxodo masivo de nuestro pueblo desangra al Paraguay de sus jóvenes y, día a día se acrecienta, sin que se vislumbren perspectivas de solución.
Existe una ausencia histórica del tema migratorio en la agenda de cualquier gobierno paraguayo hasta el día de hoy con vistas a ser estudiado, tratado y/o resuelto como responsabilidad asumida por el Estado.
Se trata de una deuda que mantiene nuestra incipiente democracia hacia sus ciudadanos en el sentido de procurar políticas que modifiquen los determinantes de nuestra diáspora nacional.
Es un hecho que las familias paraguayas experimentan la dolorosa realidad de ver partir al extranjero a sus integrantes, al padre, a la madre, a los hijos, a los hermanos, a los vecinos y a tantos otros compatriotas sin poder retenerlos, superadas por los factores que generan tanto exilio.
Estos acontecimientos nos impulsan a los paraguayos residentes en el exterior a acercar y poner a consideración del Excmo. Señor Presidente de la República del Paraguay, don FERNANDO LUGO MÉNDEZ y de su gobierno, nuestro análisis, fundamentos y propuestas, confiados en la voluntad de CAMBIO proclamada y sustentada por los compromisos de honestidad, servicio al pueblo, inclusión y participación, entre otros, y en orden a la construcción del nuevo Paraguay que tanto anhelamos y nos merecemos.
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Causas de la emigración de paraguayos.
La problemática emigratoria debe ser analizada a la luz de las determinaciones que motivan esa emigración, centralmente, la desigualdad del Paraguay, falsamente escondido detrás de la idea de ser un país pobre. El Paraguay no es un país pobre, sino un país desigual. Y sostenemos que no se podrá hacer ninguna consideración en materia migratoria que no implique su puesta en relación con los factores de expulsión de paraguayos. Y esto se puede y debe tematizar tanto histórica como políticamente. Otro abordaje corre el riesgo de creer que las cosas existen cuando uno las ve… y no que el hecho de verlas es un crecimiento en el conocimiento sobre el mundo.
En ese sentido, si por un lado la historia del Paraguay estuvo atravesada por la persecución política a los opositores de turno (lo que motivó miles de exilios), llegados hoy a una democracia institucional formal, la expulsión de población –expresada en la descampesinización producida por la concentración de tierras-, la ausencia de producciones intensivas, la postergación de la población rural que se ve obligada a desplazarse hacia otros lugares para poder reproducirse y que no encuentran lugar alguno de inserción en la escasísimamente desarrollada industria paraguaya, la ausencia de expectativas y posibilidades en las ciudades del Paraguay para la inserción laboral, entre otros, mantienen el flujo de emigración en niveles impropios para un país que se pretenda inserto en las dinámicas actuales del desarrollo social. Según varios estudios el balance actual de la situación del Paraguay implica observar que “el estancamiento y la retracción económica se hacen más profundos en los últimos cinco años. El porcentaje de población en situación de pobreza evoluciona entre 1995 y el 2001 del 30% al 33,9%. Para el año 2002 había ascendido al 48% de la población. La mayor parte de esta población reside en las ciudades, el 53,7%. Sin embargo, la pobreza en el campo es más profunda, y se dan los porcentajes más elevados de pobreza extrema. En promedio los ingresos de la población de zonas rurales logran cubrir únicamente el 50% de la canasta básica” (…) “Ante la ausencia de una reforma agraria, la destrucción de las posibilidades de vida en el campo para los pequeños productores, la degradación ambiental, la emigración hacia las zonas urbanas o a otros países representa la estrategia de supervivencia de muchas familias. El acelerado proceso de descampesinización va acompañado de un crecimiento urbano que significó, para el Departamento Central, en el período 1992-2002 un 68%”.
Evidentemente, la inexistencia de oportunidades para que esa fuerza de trabajo se incorpore en el mercado urbano, o las condiciones a las que se debería someter para su propia reproducción generan también las condiciones para la emigración hacia fuera del Paraguay.
Por ende, nos parece clave que, como decíamos arriba, se debe considerar que el caso de la emigración paraguaya tiene que ser analizado y tensionado, también, a la luz del derecho a no migrar, vale decir, de la puesta en relación de la emigración con las causas de salida del país de importantes componentes de su población.
Este derecho, quizá por el absurdo, nos debe llevar a la reflexión de que la migración, antes que un acto individual, racional y voluntario (como postulan las teorías neoclásicas de la migración), es el resultado de fuerzas centrífugas y centrípetas que determinan procesos que conforman parte de redes históricas y culturales que definen una respuesta a una forma específica de presión sobre la población.
Si bien los datos que siguen pueden y deben ser actualizados, sirven como diagnóstico de la estructura social del Paraguay. Según el estudio de Roberto Paredes, la distribución poblacional de la PEA a partir del censo de 1992 por tipos de actividad económica es la siguiente:
Actividad primaria 35,5%
Artesanos /Operarios 20,3%
Comercio/Ventas 12,9%
Servicios personales 6,1%
Empleados de oficinas 5,6%
Transporte 3,5%
Obreros/Jornaleros 1,9%
Gerentes/Administradores 1,7%
A partir de esos datos y de las críticas a las deficiencias de ese censo de 1992, Paredes incorpora elementos que sirven para completar el razonamiento inicial. Por ejemplo, Paredes retoma un trabajo del economista Pablo Sauma en el que se pudo establecer que el 75,6% de la PEA lo constituía el sector agrícola, de comercio y de servicios. Vale decir, “el proletariado industrial propiamente dicho era un sector minoritario” (Paredes, 2002: 9).
Luego, con el correr de los años y las investigaciones se establecieron más precisiones para comprender la gravedad de la formación social paraguaya. Para 1998 la DGEEC del Paraguay mostró respecto de la PEA que “el 46,4%, o sea 552.863 personas pertenecían al llamado sector informal de la economía”. Con esto, también se puede dimensionar el escaso desarrollo de la economía industrial del Paraguay.
Si bien Paredes no lo toma como un objeto de su trabajo, no es menor pensar la emigración a la luz del cierre diagnóstico que presenta sobre los actores de la economía: “una pequeña cantidad de grandes empresarios, que no logran ser hegemónicos; una gran cantidad de empresarios pequeños y medianos, que representan la fuerza más importante y más retrógrada del empresariado nacional, cuya cultura es la predominante, contaminando hacia arriba y hacia abajo; una inmensa masa de cuentapropistas, fuertemente influenciada por el empresariado medio, es más: masa de cuentapropiastas que tienen como paradigma a los empresarios medianos; una masa escasa de trabajadores asalariados vinculadas directamente a actividades productivas; una masa importante de trabajadores asalariados relacionados con actividades comerciales y de servicios; un amplio contingente de funcionarios públicos (12% de la PEA), y; un gran ejército de reserva de mano de obras: desempleados o con empleos precarios: lumpem proletariat que ha sido y sigue siendo una inmensa cantera de los proyectos políticos más retrógrados y autoritarios” (2002: 16). En síntesis, no solo no existe capacidad de absorción de fuerza de trabajo, sino más bien, motivaciones para la salida del país.
Cuanto más se expulsa fuerza de trabajo del ámbito rural, más evidente se hace la incapacidad de absorción de esa fuerza de trabajo en un terreno donde, como muestra el autor arriba citado, lejos está de producirse un crecimiento sostenido capaz de responder a las demandas poblacionales.
Sin embargo, y para que no parezca que los datos expuestos son un hallazgo en esta materia, debe comprenderse que, al menos desde fines de siglo XIX, la emigración paraguaya es un tema constitutivo y problemático de la sociedad paraguaya, y que lo es, además de por los motivos políticos antes mencionados, por este tipo de estructura que acabamos de plantear.
Quizás el trabajo más emblemático para completar el razonamiento del carácter expulsivo de la estructura económica del Paraguay sea el de Carlos Pastore en el que se exponen las formas de concentración de la tierra en el Paraguay para comienzos de la década del ’70 y que, desde entonces, no ha hecho más que profundizarse (incluyendo, como agravante, el proceso hacia el monocultivo sojero que vive el Paraguay y que también es causante de desplazamientos poblacionales). Por último, y también en relación con la dinámica rural en el Paraguay, debe constar que las pequeñas fincas de los pequeños productores suelen no llegar a producir lo suficiente como para la reproducción de los trabajadores, lo que constituye un nuevo factor de expulsión. Así, esas tierras solamente pueden serle rentables para aquellas compañías o propietarios capaces de sostener producciones extensivas, contribuyendo de este modo a la mayor concentración de tierras.
En ese sentido, tal como afirmaba Galeano en el informe de Derechos Humanos del Paraguay de 1997, “La intensificación del desarraigo campesino es un proceso histórico más bien reciente. Dicho fenómeno se debe, por una parte, a los hechos de que la modernización agraria excluyente, basada en el predominio de las medianas y grandes explotaciones empresariales, recién se ha consolidado durante las dos últimas décadas pasadas (años setenta y ochenta) y de que su vigencia se concentró en determinadas regiones (el contexto de la frontera con el Brasil y la Argentina fundamentalmente). Por otra parte, la persistente crisis experimentada por el algodón y la de otros rubros de renta, causadas por el empeoramiento de los niveles de los precios de los productos en los mercados internacionales, han deprimido los ingresos y deteriorado fuertemente las capacidades de reproducción de las explotaciones campesinas, fenómeno que está incentivando el agravamiento del desarraigo”. En una línea similar, y profundizando el factor de desigualdad en el Paraguay, Alberto Alderete destaca que “La mala distribución de ingresos hace que paraguay sea el país más desigual en América y el cuarto en el mundo. Sólo tres naciones africanas están peor: Namibia, Lesotho y Bostwana. El 10% más pobre sólo recibe el 0,6 % de los ingresos, mientras que el 10% más rico se queda con el 45,5 % de la renta nacional”. Específicamente en lo que refiere a la desigualdad en relación con la distribución de la tierra, Alderete sostiene que “El Paraguay es el país de América Latina que tiene la más alta concentración de la tierra en manos de unos pocos y por otro lado, una gran mayoría de la población campesina carece de ella. El Coeficiente de Gini es uno de los indicadores utilizados para medir la desigualdad, pues resume las diferencias en este sentido. Su valor es igual a cero cuando se alcanza el máximo nivel de igualdad posible. Valores superiores a cero pero inferiores a uno que es el máximo, reflejan mayores niveles de desigualdad. Utilizando esta escala de medición encontramos que en Paraguay, el nivel de concentración de la tierra es del 0,94, casi la desigualdad perfecta, siendo mayor que Brasil (0,86), Uruguay (0,84), Panamá (0,84). (…) La desigualdad en la distribución de la tierra se torna alarmante al observar que tan sólo 351 propietarios concentran 9,7 millones de hectáreas. Sin embargo debe tenerse presente que este censo es de los campesinos que tienen tierra, del que están excluidos los campesinos que carecen de la tierra, sobre los cuales los gobiernos nunca quisieron hacer un censo (…). Esta situación se agrava si se tiene en cuenta que el Paraguay es el país con mayor proporción de población campesina de América Latina con el 43% (…), pues el resto de los demás países tienen en promedio un 27 % de población rural”. En un sentido similar se expresa el informe del Grupo Luna Nueva - OIM, el cual muestra que “el 66% de las tierras, principal recurso productivo del país, está en manos del 10% de la población, mientras que un 30% de la población posee solo el 7% de la tierra y otro 30% está formado por campesinos sin tierras. Esta desigual distribución de tierra tiene su correlato en la desigual distribución de los ingresos, de los cuales el 58% corresponde a un 10% de la población, mientras que el 50% de la población con menos ingresos tiene acceso al 6,8% del total”.
Como se puede ver, ni el campo ni la ciudad son contenedores de las expulsiones poblacionales que produce, ni generan formas que frenen la desigualdad. Desigualdad y expulsión son en Paraguay un continuum de trayectorias sociales que determinan las formas analíticas para hablar de la emigración histórica y contemporánea: “en cualquier caso, las posibilidades de trabajo a partir de la emigración a zonas urbanas se enmarcan dentro del sector informal, inestable, mal remunerado, desprotegido y con escasas posibilidades de acceso a derechos como cobertura sanitaria, educación o una vivienda digna” (Grupo Luna Nueva - OIM, 2005: 18). Y tampoco esto es una novedad en el Paraguay: encontramos análisis de esta problemática desde comienzos del XX. La ausencia de respuestas habla más que nada del Estado paraguayo, antes que de los procesos migratorios mismos.
Ausencia de políticas del Estado con relación a los emigrados.
Considerando que la emigración es una constante para la historiografía paraguaya sigue siendo una problemática importante para los emigrantes, la ausencia de políticas del estado paraguayo que se (pre)ocuparan por la emigración se vio ratificada por una ausencia real y simbólica de alguna política “nueva” del país tras la caída de Stroessner: si por un lado apareció una expectativa respecto de una transformación estatal y estructural del Paraguay tras 1989, no es menos cierto que, por el otro, rápidamente se percibió que poco había cambiado en el Paraguay. Y de hecho, poco ha cambiado, incluso al día de hoy. En lo que refiere a la relación formal del Estado paraguayo con sus emigrados, incluso, se podría decir que esa relación ha empeorado (sin ir más lejos, la sanción del Artículo 120 de la Constitución Nacional de 1992 ha sido vivida como la condena a un segundo exilio para aquellos que han emigrado durante la dictadura de Stroessner. Y la diferencia que introduce esta percepción del exilio es que el mismo, ahora, tiene rango constitucional).
En este sentido, la democracia paraguaya guarda importantes deudas con la sociedad civil. Y, en pos de no retornar a los esquemas autoritarios que han atravesado el mapa político del Paraguay, es urgente que se definan políticas que tomen como base la imperiosa necesidad de modificar aquellas determinantes que generan la emigración. Y esto no podrá ser realizado desde el discurso chauvinista (como lo ha expresado la dictadura stronista) sino atacando verdaderamente las causas de expulsión poblacional, como las mencionadas escuetamente en los párrafos anteriores.
La diáspora paraguaya
Entre el censo de 1991 y el de 2002 la población del paraguay pasó de 4.152.588 a 5.163.198, vale decir, un crecimiento del 24%.
Entre 1991 y 2001 la cantidad de paraguayos en la Argentina ha pasado de 250.450 a 325.046 (algunos registros del INDEC contabilizan 322.962, pero nos parece que esa diferencia es insustancial a los fines de lo que pretendemos mostrar en este trabajo). Esto último muestra un incremento del 30% en solo diez años. Vale decir, un poco más que el crecimiento proporcional de la población del Paraguay. La emigración paraguaya en la Argentina (salvando la aclaración de que los censos de uno y otro país se hicieron con un año de diferencia) muestra que hay más de un 6% de paraguayos en ese país.
Si bien se podría sostener que ese índice no es grave, no es menos cierto que la Argentina de fines de los ’90 atravesó una profunda crisis económica que afectó duramente a su población. Esto repercutió en una gran cantidad de retornos al Paraguay, así como un importante proceso emigratorio en general desde la Argentina hacia otras partes del mundo. Esto destaca que la cantidad de paraguayos en la Argentina, podría haber sido muy superior, aunque no queremos asumir un recorrido propio del terreno de la especulación.
Fuera de ello, no deja de destacarse que, en este período, la población del Paraguay empieza a ampliar los destinos de sus contingentes emigratorios hacia otros lugares del planeta, principalmente a España.
Si bien en 2006 el Instituto Nacional de Estadística de España registraba 28.587 paraguayos residiendo en España, un año después, esa cifra se había elevado a 45.856. Vale decir, su incremento fue superior al 60% en solo un año. Es posible, entonces, que en España esté viviendo ya cerca del 1% de la población paraguaya. Dicho número se vuelve más significativo si se considera la evolución de los últimos años. Según publica una página Web de paraguayos organizados en España, en base a los datos del INE, en 2004 había 5.823 paraguayos en España y en el 2005, 16.355. Como se ve, un crecimiento exponencial que expresa la significación que ha adquirido esta migración.
Dada la cifra absoluta actual de paraguayos en ese país, España se ha constituido en uno de los principales lugares geográficos del mundo de recepción de la emigración paraguaya. Esto último ha sido reconocido incluso por la prensa paraguaya, la cual ha incorporado como parte de sus temas de agenda, la situación de esta emigración. De hecho, ha habido expulsiones de paraguayos de España en un número no menor, lo que obliga a pensar no solo en el proceso emigratorio, sino en las condiciones de vida que se ponen en juego y las presiones y limitaciones que sufren los emigrados.
De todos modos, y volviendo sobre las cifras, es necesario considerar este tipo de incremento a la luz del proceso social de la Argentina. Esto significa que el hecho de que hoy se registre un “equilibrio” migratorio entre Argentina y Paraguay, no necesariamente es porque el Paraguay contenga población, sino probablemente porque una importante parte de la emigración recurre a alternativas que el país del sur hoy no logra resolver.
Además del caso español, tomemos algunos ejemplos ilustrativos de esto que mencionamos.
Los paraguayos en Estados Unidos, según el censo nacional de 2000, ascienden a 13.000. Sin embargo, en 1990 eran 6.507. Vale decir que en diez años los paraguayos se incrementaron un 100%, porcentaje que expresa una elevación impresionante y que incorpora a este país como uno de los lugares en los que hoy se contiene buena parte de la emigración del Paraguay.
Sin tener que desplazarnos tantos kilómetros, se pueden plantear algunos ejemplos más. El primero es el de Bolivia. En 1992 el censo nacional registró 955 paraguayos. Mientras que en 2001, esa cifra se incrementó a 3.201. En términos porcentuales, estamos hablando de un crecimiento superior al 200%. En el caso de Brasil, el incremento de paraguayos pasó de 19.018 en 1991 a 28.822 en 2001. Un porcentaje cercano al 50%. En Chile, los paraguayos han pasado de ser 683 en 1992 a 1222 diez años después, una elevación casi del 100%.
Como se ve, los incrementos porcentuales en los últimos diez años son enormes y superan la tasa de crecimiento poblacional anual que llega al 2,3% (si se la multiplica por 10 años, el crecimiento poblacional debería ser del 23%, y como se desprende de lo expuesto, todos los lugares señalados superan el crecimiento porcentual de la población del Paraguay, o sea, proporcionalmente se expulsa más población que la que se “produce”, incluso, por encima de los registros históricos).
Esto nos permite ver que la democracia paraguaya no ha logrado resolver aun el problema de la emigración. Entre 1989 y 2008 han crecido las proporciones de las principales comunidades paraguayas fuera del Paraguay muy por encima de lo que ha crecido la población del Paraguay. Este hecho está mostrando una debilidad estatal para resolver algunas de las determinantes de expulsión de la población y, a su vez, está contribuyendo a sostener datos sesgados sobre la realidad del Paraguay, tales como los índices de desocupación y subocupación. Estos dos índices deben ser leídos a la luz de la emigración, entre otras cuestiones, porque la misma, como hemos mencionado arriba, forma parte de las estrategias, opciones e imaginarios cotidianos de válvula de salida.
Paraguayos en Argentina
Ahora bien, y dado que la principal concentración de paraguayos en el mundo se produce en la Argentina, que en este país se han contabilizado paraguayos desde el primer censo nacional de 1869, que es un país en el que los paraguayos han desarrollado una cultura propia junto con una tradición específica y un recorrido demográfico y geográfico sumamente particular, nos dedicaremos a profundizar algunas de las especificidades que hacen a aquello que se conoce como “comunidad paraguaya en la Argentina”.
Si bien los paraguayos en la Argentina no llegan al 1% de la población total, sí constituyen, como ya se mostró, más del 6% de la población del Paraguay. Ese porcentual que se sostiene a lo largo de la historia expresa y denuncia la ausencia de políticas que retengan población y, a su vez, expone un déficit del Estado y de la economía paraguaya, tal como se presentó en la apertura de este informe. A continuación, se presentarán algunos elementos que hacen a la comprensión histórica y demográfica de los paraguayos en la Argentina.
Los paraguayos son, desde el censo de 2001 el grupo de extranjeros más grande de la Argentina. Y desde 1947 el primer grupo de latinoamericanos en el país.
Si se analiza solamente la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires, el impacto de los paraguayos se eleva aun más: desde 1980 esta área constituye el núcleo central de asentamiento de los paraguayos, consolidando una dinámica de desplazamiento “interno” que se empieza a manifestar a mediados de la década del ’40 y que continúa al día de hoy. Esa región y la fronteriza entre Paraguay y Argentina son las dos áreas geográficas donde se concentra la mayoría de la migración paraguaya. Al sumar ambos espacios, se puede ver que, actualmente se encuentra allí casi el 97% de los paraguayos que viven en el país.
Como se puede ver, se sigue profundizando el marcado descenso de la proporción de paraguayos en las zonas de frontera, y el incremento en la zona del AMBA: 8 de cada 10 paraguayos viven en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en la Provincia de Buenos Aires, exactamente lo inverso a lo que se producía en 1947 en la zona de frontera.
Los límites geopolíticos entre la Argentina y el Paraguay están marcados, desde la Argentina por las provincias de Salta, Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones. Del lado paraguayo, los departamentos que conforman esa línea son el Central (donde se encuentra la Capital, Asunción), Ñeembucu, Misiones, Itapúa, Alto Paraná, Presidente Hayes y Boquerón. La frontera entre ambos países se extiende a lo largo de 1.699 kilómetros, generándose, en una buena parte de ella, formaciones socioeconómicas y culturales que funcionan a ambos lados de la misma (Grimson, 2000 y 2004).
Trata de personas
Tal como afirma el informe del Grupo Luna Nueva - OIM los casos registrados de trata de paraguayas según países de destino (incluyendo la trata interna), la Argentina concentra el 52% de los casos, lo que denuncia la gravedad del tema y su relación estrecha con la cuestión migratoria. Más de la mitad, previsiblemente, ocurren en el AMBA. El segundo lugar en el que se concentran los casos es España, luego Brasil y Bolivia. El segundo elemento a destacar es que este fenómeno se produce sobre mujeres menores de 18 años. El 62% de los casos registrados en la Argentina correspondía a esta franja etárea, lo que suma más gravedad a un tema que no deja de resultar indignante y dramático. Es lógico suponer que un abordaje de la problemática migratoria no debería desconocer esta temática.
Remesas: montos estimados y destino.
El cierre de este trabajo toma como eje la cuestión de las remesas de los emigrados del Paraguay. Los datos al respecto son heterogéneos y responden a diferentes fuentes y registros. Es importante marcar aquí que existe una gran cantidad de dinero que los paraguayos envían al Paraguay sin atravesar las agencias o bancos que se dedican a este tipo de envíos. Por ende, las mediciones son más del orden aproximativo que datos indubitables que se puedan atribuir a alguna fuente integradora de todas las diversas agencias.
Dicho lo anterior, podemos considerar el peso social y político que adquieren las remesas desde Argentina, las que, sin dudas, forman parte de los vínculos que establecen los emigrados con el país de origen y que, por su importancia, se convierten en mecanismo de presión.
Las remesas constituyen una entrada de dinero muy importante para el país mediterráneo: la economía que se “mueve” a partir de los envíos de dinero a familiares constituye un factor clave para dinamizar la muy ahogada economía del vecino país (Maleta: 1992), lo que suele ser explicitado por los dirigentes paraguayos en Argentina cuando ‘negocian’ distintas medidas políticas con las autoridades del Paraguay. Según Maleta, para el año 1992, uno de los factores importantes “de la prosperidad no registrada en la economía paraguaya es el ingreso de capitales, que se mantiene en el país en forma de activos financieros o se invierten en la construcción o en otras actividades. Los orígenes de estos flujos de capitales son (según se estima) principalmente dos: por un lado fondos de variado origen que aprovechan las características del Paraguay como país con pocos controles sobre la actividad económica, y en segundo lugar las remesas de los emigrados”. Además, el autor sostiene que “La magnitud del ingreso de capitales foráneos al sistema financiero paraguayo es imposible determinarla, pero parece suficientemente grande como para mantener relativamente estable el tipo de cambio a pesar de un fuerte déficit comercial y una fuerte inflación en un contexto de mercado cambiario libre”. Por último, Maleta señala que si bien “no hay datos cuantitativos sobre ese flujo, pero datos informales sobre los salarios en la Argentina, las tasas de ahorro y remesas usuales de emigrantes paraguayos en ocupaciones típicas en ese país, etc., llevan a cifras bastante importantes, que pueden llegar a más de 100 millones de dólares por año bajo hipótesis muy conservadoras” (1992: s/d).
La investigación cuali-cuantitativa de Cayo Roberto Cáceres (2000) sobre las remesas que se envían desde Argentina hacia Paraguay para 1999, determinó que estas ascienden a 100 millones de dólares anuales. Sin embargo, a diferencia de Maleta, la cifra que estimaba para 1992 era de 93 millones (casi un 10% menos), con lo que reconoce un ascendiente en los montos, aunque una leve disminución entre 1998 y 1999.
También Palau (2000), considera que para el año 2000, la cantidad de dinero que ingresa al Paraguay desde la Argentina producto de las remesas ascendería a cerca de 100 millones de dólares. Según los últimos datos que ha publicado el Banco Central del Paraguay para marzo de 2005 (y del que han dado cuenta los distintos medios gráficos del país), las remesas desde el exterior constituyen la segunda fuente de ingreso económico, detrás de la soja. La Argentina, crisis de 2001 mediante, sería el tercer territorio en importancia desde el cual llegan divisas (tras Estados Unidos y España), aunque el mismo BCP reconoce la imposibilidad de calcular las remesas desde Argentina, básicamente a causa de que el envío de dinero desde allí se suele hacer por fuera de las formas bancarias o de las agencias específicas.
Aun así, según publicó el periódico Clarín el 3 de noviembre de 2005, un informe presentado por el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), un organismo dependiente del Banco Interamericano de Desarrollo, “Los paraguayos, con unos 400.000 habitantes, son el primer grupo migratorio en Argentina y envían alrededor de 196 millones de dólares al año a sus parientes en su país de origen” , exhibiendo un gran incremento, probablemente determinado por el fin de la recesión en la Argentina, algunas muestras de reactivación de su actual economía y el crecimiento cuantitativo de paraguayos en el país. Estos datos o especulaciones, según el caso, son necesarios (mas no suficientes) para pensar de qué se trata la actual presencia de paraguayos en Argentina y su impacto e importancia económica en el país de origen.
Por último, y considerando los informes del BID y del FOMIN del año 2006, que son los datos más actualizados que hay sobre esta materia para con el Paraguay, se estima que el país recibirá unos 650 millones de dólares por remesas. Transcribimos partes del artículo del BID para que se pueda comprender de qué se está hablando: “las remesas se han convertido en una fuente clave de ingresos para muchos países en vías de desarrollo con diásporas en el extranjero” (…) “En muchos países latinoamericanos y caribeños las remesas se usan mayormente para cubrir gastos diarios como alimentos, salud y vivienda. Pero en el Paraguay, una significativa porción se destina a inversiones como el ahorro, negocios y propiedades” (…) “En el caso de Paraguay, las remesas provienen principalmente de España. El resto proviene de los Estados Unidos y, en menor medida, de la Argentina y Brasil”.
Este reconocimiento de la importancia de las remesas obliga a reflexionar sobre e los supuestos beneficios que produce, dado que, en la lógica del cortoplacismo, las remesas expresan entradas de divisas, pero desconocen la dimensión del costo social que supone la expulsión constante de población.
CONCLUSIONES
Este profundo debate acerca de las causas históricas, políticas y estructurales que han generado la expulsión de población desde el Paraguay nos revela una problemática extensa y compleja. La retención poblacional y el retorno al país con reinserción social plena de los emigrantes solo serán posibles si se revierten las causas aquí enumeradas y analizadas.
Existe hoy una oportunidad histórica y una voluntad de cambio expresada por las nuevas autoridades electas. En este sentido es auspicioso el hecho de que por primera vez es posible una discusión abierta del fenómeno emigratorio masivo con las autoridades nacionales. El primer deber de los gobernantes del Paraguay es garantizar a su población el derecho de permanecer en su país en condiciones dignas.
La construcción de un país más equitativo que no expulse a a una gran parte de su fuerza económicamente activa es un desafío. Los paraguayos residentes en el exterior buscamos sumar nuestro aporte a esta discusión, que creemos valioso. Queremos ser activos protagonistas de esta etapa que se inicia.
Sin embargo no desconocemos que será un proceso largo y que hasta tanto se den las anheladas condiciones para retornar existen impostergables necesidades propias de los residentes en el exterior que exigen urgente atención. De ellas surgen las propuestas que se enumeran a continuación, que han sido debatidas colectivamente en nuestras comunidades, y que buscan mejorar el relacionamiento entre el Estado Paraguayo y sus emigrantes.
lunes, 4 de agosto de 2008
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